miércoles, 13 de febrero de 2008

Viaje Placentero


¿Qué sería yo sin mis amigos? Son ellos los que empujan, me regañan, me hacen salir adelante a punta de brincos y saltos, me excusan cuando esta boca tan particular mete las de andar, me libran de mis peores pesadillas y de mis mayores sustos, me apartan de las malas sombras y con solo una palabra pueden arreglar mi caos.

Compañeros de tragedias y victorias, de risas y sonrisas, de llantos incontrolables y carcajadas que terminan en “aquella necesidad urgente de ir al baño”. Son los que con sus historias, que yo hago mías, y con lo que hemos vivido, me han dado ya la razón para una buena muerte: el susurro a mi oído agonizante de alguna de las muchas excelentes anécdotas nuestras.

Ellos lo saben y siempre se los recuerdo: soy feliz de ser parte de sus mundos y de que ellos hagan girar el mío. Así de simple, de cursi o de cliché. Desde accidentes de tránsito, llantos de amores, compartir una diva -¿Olivia o Sheena Easton?- situaciones desesperadas e incluso demasiado raras para que sean creíbles, desde noches de poesía, doblajes burlescos de Pasolini, veladas de Mazo Español, clases de Esperanto, karaokes improvisados -donde suele brillar la Dúrcal-, compartir el mejor tequila, el más exquisito mezcal o la misma borrachera y sus efectos –sino pregúntenle a Alejandro-, hasta descubrir el momento de dar vida junto a una amiga, a la que prefiero llamar hermana.

Con muchos defectos pero con mayores virtudes, cada uno fue apareciendo y lo pude conservar, lo espero conservar “hasta el último trago”.

De los amigos al amor, todos comulgamos de esta hostia algún día, es el soma del paladar sediento del humano. No he tenido muchos amores pero han bastado y sobrado. Hay caricias que solo saben darse con una persona, con una mirada que nos toca hasta el fondo y nos conmueve, nos remueve.

Hay quien sabe conocerte como nadie más y te premia y te sorprende con pequeños detalles, como el queque más hermoso de la historia, el mejor abrazo, la complicidad en las pequeñas y grandes cosas o el consentir a tus amigos. Quien da amor merece la llave de tu ciudad de emociones, así de simple, ser ciudadano ilustre en tus tierras.

Todo es más fácil, mucho más, cuando la gente se quiere. Yo quiero querer a mis amigos siempre como acto compulsivo y que ellos me quieran. Viajar a su lado todo el tiempo y tomar sus manos durante el despegue.