domingo, 30 de agosto de 2009

40




Gracias Dios, por todo lo dado en mis años de vida: desde las Advil hasta las pastillas de violeta, desde Grace Kelly hasta Sor María Romero, desde quien rompío en mil pedazos mi columna hasta quien la repara con paciencia y afecto...Desde la madre que me parió hasta todas las sustitutas que me han amado.

Como dice Carlos, por la Pepsi light, que ni siquiera ha hecho daños en mi organismo, por esa mujer peronista llamada Eva, que me enseñó, sin conocernos, que el mundo no es la Guerra de los Trapos y a amar a las personas humildes y auténticas. Gracias por las conversaciones con la Poniatowska, con Chavela, con Sergio Ramírez…Pero también por aquella mujer tan sencilla, tan bajita y tan sola en este mundo que se llama Leonor y cuyo mejor regalo para mí era cocinarme las cosas que tanto me gustaban. Quizás ella nunca sabrá que me dió una gran lección: me hizo ser consciente de la importancia de rendir tributo a quien se quiere a través de la cocina. Nunca olvidaré el abrazo más sentido el día más triste de mi vida…y fue ella quien me lo dio.

Gracias Dios por los padres que me trajeron acá. Aunque siempre me dolerá la ausencia de papa, él está cada día más cerca de mí y en cada tango anuncia su presencia. Gracias por Endora, difícil de enterder de aquí a la eternidad, pero quien de sus excentricidades e indiferencias me mostró lo mejor de la vida. Hace poco ella me demostró lo mucho que me comprendía y ese fue un gran regalo.

Gracias por mis hermanos, mis pilares. Cada uno en su mundo, todos tan distintos, pero todos tan unidos, tan solidarios. También por mis tíos y tías, por todos. Tía Betty, que supo ser madre cuando la mia no sabía serlo, tía Albita que me dió horas con la Piaf y la Streisand, por tía Teresita, que siempre ha sabido estar ahí a mi lado, ser no solo madre sino también maestra; y por tío David, quien siempre fue un poco padre y ahora que el mio no está se ha convertido en su mejor complemento. Ni hablar de los sobrinos, ellos son la luz de mi vida.

Mis amigos, vivos y muertos son mi tesoro. Yolanda y Eunice, muertas pero siempre conmigo y todos los demás que no podría mencionar por espacio. Pero todos saben que los amo y hago por ellos lo que un hermano de humanidad hace…y aún un poco más.

Los amores…algunos han dejado poco, otros mucho y algunos nada. Pero todos fueron importantes, incluso quien más me hizo sufrir me enseñó tanto de sus cualidades y defectos: desde admirar su inmensa capacidad de superación, su don de dar amor hasta su repudio a mis enfermedades, que hacia al dolor más fuerte; hasta sus malas compañías que me mostraron que mi lugar no estaba a su lado, que yo era más que la basura que ellos sustentaban y la inmundicia en que vivían y se revolcaban: la Guerra de los trapos, de nuevo. Gracias a ellos puedo decir que soy todo amor para la gente buena y todo desprecio para los superfluos, porque ser vacío nos despoja de mucha de nuestra condición de humanos.

Yo soy todo lo que agradezco…o intento serlo. Dios mediante, Dios delante y yo atrás guiado por la mano de esa monjita que logró cambiar mi vida para bien.

40 en mi mejor momento…una cabeza parece asomarse ahora a mi lado y en ella veo mi complemento. Alguien que también es lo que yo agradezco.

40…ha sido verdaderamente importante pasar por estos lares. Los he vivido a plenitud, de extremo a extremo. No sé hasta cuándo me tendrás por acá Dios, pero lo vivido lo bailado –aunque mal-, lo reído, lo llorado, lo bueno, lo malo…todo me ha ayudado a ser un humano comprometido con la humanidad…alguien que solo procura vivir agradecido y agradeciendo.