miércoles, 9 de septiembre de 2009

El viaje eterno del niño


Hay un niño que construye un volcán de barro en medio de un parque nacional que solo existe en su patio. La idea es colocar un "triqui-traque" en la cima, de modo tal que explote y la erupción genere una noticia para una población de muñequitos de Fisher Price.

Otro niño es más orientado a la construcción y el diseño. Construye una piscina, en escala perfecta, para una adinerada familia, también de Fisher Price.

El primer niño soy yo: hoy periodista. El segundo, mi hermano: hoy arquitecto.

Existe un grupo de niños que juegan de todo lo que miran a su alrededor: procesiones, concursos de belleza, películas y hasta noticias. Los recursos solo se ven limitados por la imaginación: paños hacen de túnicas, vestidos de bruja cubren a una Vírgen dolorosa y hasta el chaleco le sirve al Nazareno. Un pequeño carrito de bomberos sirve en abril para transportar al sufrido hijo de Dios como carroza, mismo que en verano servirá también como carroza del desfile de las rosas, pero con bouganvileas.

Unos niños patinan como expertos al ritmo de Xanadu, recreando las coreografías de la película en cada movimiento, según ellos. Bailan en una disco que no tiene la famosa bola de espejos sino una de playa con Snoopy, pero no importa, funciona igual. El efecto de cámara lenta se logra proyectando un foco contra un espejo; frente al cual uno de los niños baila frenéticamente. El hielo seco lo proporciona un envase de Lysol y la música: Donna Summer, Barbra Streisand, Andy Gibb, Olivia Newton-John, Sheena Easton...toda la constelación de los ochenta.

Cada vez que bailo alguna de esas canciones, hoy día remasterizadas o como covers de algún artista contemporáneo, soy de nuevo uno más de esos chiquillos que sabían pasarla tan bien. Entonces, me doy cuenta que esos niños siguen ahí bailando, patinando, haciendo una lectura diferente a la realidad con sus propios medios. Ellos y ellas se quedaron para siempre capturados en esos instantes eternos. No importa que las casas ya no existan, que las aceras ya no las crucen, no importa la edad ni el tiempo ni los muertos...todo sigue ahí y seguirá recreándose por siempre.

Estos pequeños se montan en un avión imaginario para viajar a España, Mónaco -a encontrarse con mamás ficticias (léase Grace Kelly)-, Nueva York, París, o hasta a Egipto con la esperanza de un hallazgo arqueológico -tenedores, no cualquiera sino de plata, los más finos, enterrados en el patio- o una Cleopatra que sea igualita a Liz Taylor. El avión es la escalera, pero vuela, porque en sus mentes no existe la palabra imposible y la imaginación es el motor que impulsa cada uno de sus viajes.

A mis hermanas y hermano, a mis primos y primas, a uno que otro amigo como Jeannette -que aunque en patines de mariposa patinaba, ja,ja- y a todo aquel que supo potencializar al máximo esa etapa maravillosa de la vida, de la cual todavía no logro desprenderme: la niñez. A todos ellos y todo el que lea estas palabras les recuerdo: no olviden su niñez, que buena o mala es mucho lo que somos hoy y guarda las respuestas para muchos de nuestros problemas o indecisiones.