martes, 30 de diciembre de 2008

Ambrosía


Hoy apareciste.  Yo huía de tenerme lástima, del desprecio y de tres traiciones bien pegadas, más una mayor, definitiva: el saberme objeto de lástima, burla y humillación de “la persona amada”.   

Decidí robarle un poco de tiempo al tiempo y suspenderme en él así como si nada importara.  No te encontré en una esquina de mi vida sino de frente:  cara a cara, parece que un impulso nos llevó al salón de la fiesta de los sentidos.  Es sorprendente cómo puedo sentir ahora una caricia como si fuera la primera vez que alguien me toca, cómo lograste cambiar con un solo roce la aspereza de mi pasado inmediato en hidratación. 

Comimos una y tres veces.  Aunque el apetito de ambos estaba saciado cada vez queríamos más.  Víctimas de esta gula tan deliciosa dejamos de lado al tiempo: solo queríamos probarnos una y otra vez.

Tal vez el encanto radica en lo casual, tal vez fue un mal recuerdo de hace poco que lograste cambiar en algo mágico, tal vez fue mi ansiedad o mi locura … no importa.  En la vida hay que identificar lo importante y eso fue nuestra ambrosía: el soma que probamos en un intercambio de deseo.

Podés estar mañana, el día siguiente o bien nunca más: te estaré agradecido.  No importa, el tiempo siempre suena la armónica que no todos escuchan.  Yo quiero estar ahí y aquí, bailando siempre mientras Omara canta, atendiendo al ritmo que Alicia Alonso marque y para no olvidar ni nuestra Costa Rica ni nuestros minutos de gloria, hago mías para ese instante en el eterno que pasamos juntos las palabras de mi amiga Eunice Odio: “alguien pasa rozándome las venas … y se abre el surco entre la flor y el labio".

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