lunes, 12 de mayo de 2008

El Aeropuerto II


My broken heart runs through the open door and finally
the end of all I once believed was sure


Ha pasado ya algún tiempo. Otra sala de espera, otro avión, el mismo destino. Esta carta pudo haber llevado tu nombre, tu dirección, pero en nuestro caso no vale ni la canción y cabe la duda de si es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor. Creo que nuestra historia no incluye esta pista como parte del soundtrack, para mí nada fue costumbre, todo fue un constante descubrir: descubrirte, descubrirme. Pero todo se acaba y lo nuestro es ahora un pasado conjugado en inmediato y que en algunas cosas no quiere concluir.

Escribir cartas sin destinatario… qué irónico … y yo que pensaba que con hacerlo una sola vez conjuraba a la soledad. Una vez más dejo el país sin tener una verdadera razón para regresar. ¿Será acaso México, esa tierra para mi tan querida pero tan llena de conflictos propios, mi fuerza renovadora, mi punto de quiebre, mi “concluir la novela” para empezar otra?

Los últimos días, las últimas noticias y las mismas de siempre, el ruído de tantas voces que nos acompañaron y también nos dañaron, las buenas y las malas intenciones… todo parece señalar que alguien decidió construir una autopista entre tu vida y la mía… ¿o será acaso un aeropuerto?

Todo parece indicar que no habrá más viajes juntos, más despedidas, ni más compañía. El ambiente encapsulado de un avión, o quizás la altura siempre tienden la cama para mi ambiente más propicio para reflexionar, pero en este caso cada día estás más distante y el tiempo pasado crea años de distancia entre nosotros.

Yo tenía tantas cosas que decirte, pero en un momento preferí callar. Los sentimientos nunca pueden revocar una sentencia unilateral, así que los míos no tienen otra opción más que cambiar … y seguir, sabiéndome solo, desolado, dueño de una historia en singular pero con alguna razón nueva que encontrar casualmente para seguir.

Nunca pudiste entender lo que te quería, porque no sabía quererte en el lenguaje de la apariencia perfecta y complaciente de quienes parecen enseñarte, tan sólida como la cáscara de huevo que ya ha sido abierto.

Yo no quiero, no puedo y mucho menos debo reclamarte. Ahora solo puedo darte mi consejo, el que siempre te dí y nunca pudiste escuchar: cuídate de tantas sonrisas, que los antifaces no te deslumbren, descubre las caras y mira fijamente a los ojos. Sabrás entonces quien verdaderamente te quiere. Nunca olvides quien fuiste y combínalo con quien sos hoy… hallarás ahí la mejor persona que podrás ser y recuerda que alguien te quiso mucho y por lo tanto que te quiso comprende perfectamente por qué no le supiste querer.

Sin despedidas, sin nombres … así es mejor irse.

YO

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