Resulta interesante examinar esta lectura que hice de mis padres, ahora que falta uno de ellos. No se dieron cuenta de que yo los observaba, tal vez por primera vez en toda mi vida. Pude fotografiarlos como un polizón escondido en un closet del avión, viéndolos interactuar en su cabina de Primera Clase ... ellos merecen viajar siempre ahí.
Al final del pasillo, ahí los vi: ella en la cama, él a su lado. Ella, sin una gota de pintura, como nunca antes la había visto. El, también como nunca antes lo había visto: más viejo que nunca, tan cansado, tan agobiado, tan humano.
Desde que recuerdo, y en eso he estado desde entonces, haciendo correr mi disco duro, nunca ha permitido que la vean sin pintarse la cara, bueno ha de ser porque también pinta y ella misma es un retrato más de su obra. Siempre ha sido muy chineada, bueno, creo que en cierta manera él siempre ha sido una extensión de su padre. Pero ahora no hay chineo que valga, solo es realidad y punto.
El siempre ha sido dócil, llevadero, pacificador, introvertido y bastante, pero mucho, tímido. Una buena persona, no puede decirse lo contrario. Es un niño crecido, grande, bastante, que aun extraña a su mamá. De hecho, es extraño pensarlo hasta ahora, pero se parece mucho a ella: es muy noble. Y los años le han dado rasgos físicos de ella, solo que en versión masculina.
De primera entrada pueden juzgarlo de hosco, de frío. Bueno, a veces a mi también, sin dejar de lado esa connotación de snob-contra la que tengo que luchar todo el tiempo. Pero luego de un rato ... ¡ah!, y si le mencionas a Gardel, sale el fanático y listo, adiós timidez. Hasta incluso puedes sacarle un tango, a capella –indico: se prohíbe mencionar el nombre de la Santa Peronista, o sea, Eva Perón, porque la detesta-.
El ama el Tango, ella para nada. Ella ama el Arte, a él no le interesa mucho, pero con el tiempo ha aprendido a leerlo, a verlo y admirarlo. Sin embargo, ella va con él al Rincón del Tango y él la lleva a cuanta exposición la invitan. Siempre juntos, producto de una excelente negociación: él cede, ella cede. Viven con la filosofía del Two Way Street y por eso nunca los he listo pelear en toda mi vida.
Pero, aunque siempre los he visto de esta manera, hoy los vi distinto. Cuando me acercaba por el pasillo, quise detenerme y leerlos, más que verlos. Ella sin su óleo en la cara –aunque creo que es más acuarela, por su palidez característica- y él sin su típico periódico o su maletín de abogado –que a veces pienso hasta duerme con el-.
Me detuve, de hecho, quise leerlos sin que lo notaran, sin que supieran que yo estaba ahí, presente. Ella tiene más arrugas de las que oculta y uno pueda imaginar, pero, wow, no tiene papada –que dichosa-. Él, tiene todas las arrugas que pueda y no tiene problemas con ellas, pero sus ojos se han ido hundiendo un poquito y uno que otro pellejo le cuelga ya bastante, sin dejar de lado que se está jorobando, como su madre –lo cual lo hace parecerse más aún a ella-.
Ella en la cama, él a su lado. No es la cama de siempre: ahora es de hospital. Ella espera una operación, no muy complicada, pero ambos saben que esto es solo parte de un camino: la vejez, donde el hospital puede pasar a ser un ambiente más de la vida misma. La terrible enemiga de ella de todos los tiempos, ahora se ha hecho su pariente, porque vive con ambos. Para él la vejez siempre fue como Libertad Lamarque: un canto de descanso al final y al principio del día –será por eso, me pregunto, que tengo tantas obsesiones con la música?-
Ah, la música: Libertad, Los Machucambos, Chavela, Magaldi, Beethoven y Gardel, por supuesto, nos hicieron a los tres amigos al cabo de muchos años. Ellos y Ellas son parte de nuestra mesa.
Hoy los vi tan viejos ... ¡Puta, qué viejos están! A veces, para bromear, le digo a él que se salvó del accidente en que se nos fue Carlitos –Gardel, nuevamente- y a ella que fue compañera de kinder de Cleopatra, no Liz Taylor, sino la verdadera, la Reina del Nilo. Pero hoy todo esto aplica, los veo viejos, muy viejos, tan viejos que no logro entender cómo putas diablos se hicieron viejos de la noche a la mañana –honey, time flies when you’re having fun-.
Bueno, esta noche ha sido larga, solo quiero decir que ella es mi mamá, aunque bromeando siempre decimos: “a la que Grace Kelly le encomendó mi crianza”. Una ejemplar ciudadana de Saturno, pues la mayoría del tiempo parece vivir en una de sus lunas. Pero su calidad saturnina, le da un don que no tiene cualquiera: cuando pinta es sublime, tiene un ojo distinto para poder captar esencias y no apariencias, en eso nadie le gana.
El es mi papá –si, está bien, confieso que la verdad es que no soy hijo de Cary Grant-. Pero él es grande, aunque parezca chiquito. No hay mayor grandeza que la inocencia de un niño y esa es precisamente su mayor virtud: ha sabido conservar esa parte de niño intacta a través de su vida –tal vez de ahí aprendí a actuar como niño muchas veces-.
Y yo, yo formo parte de este pequeño club, muy exclusivo, por cierto, en el que ninguno de mis hermanos participa. Ellos tienen otros clubes, porque ninguno se muere por el Zorzal como yo lo hago –otra vez más, sale Carlitos-, ni les interesa tanto la pintura como a mí. Ya ven, pues, es un mundo chiquito, muy íntimo, como una esfera, pero hay mucha gente y alguno que otro famoso.
Ahora, en el pasillo, recuerdo una mágica tarde, ya muy distante, en que mamá cantó a dúo con Chavela “Veracruz” y luego papá se picó y se puso a cantar, también con ella, “Sus ojos se cerraron”, por su, de Gardel –y va el necio una vez más-.
Algún día los ojos de ambos se cerrarán por siempre, como dice la canción y como enseña la vida. Pero, contrario a la canción, el mundo no seguirá andando, ni será el mismo. Para mí se detendrá en el recuerdo de tardes, tangos, rancheras y demás canciones. En alguno que otro viaje, conversaciones sobre mis roommates Yolanda Oreamuno y Eunice Odio- a quien papá no quiere mucho a raíz de un comentario sobre Otilio Ulate, pero que sin embargo aceptó que se nombrara a su bebé –la gata- en honor a la poetisa- presidentes y libros y muchos chistes contados, entre muchos otros recuerdos.
No serán prefectos, no serán distintos, pero no los cambio ni se aceptan devoluciones –y eso incluye hasta a Grace Kelly-.
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