¿Su pase de abordar, por favor? Es la pregunta que deberíamos auto-formularnos cada vez que nos disponemos a emprender una nueva aventura, porque la vida misma es un constante viajar de aquí para allá, un ir y venir cuyo último destino seguro es la muerte, sino es que existen nuevos viajes luego de “colgar las tenis”, “estirar la pata” o abordar este postrero avión de madera, metal o cofre y sin alas, que suele despegar bajo tierra y en un cementerio.
Extraño, siempre he sufrido de un lapsus con las palabras cementerio y aeropuerto. Suelo preguntar: ¿Y a qué hora tenés que estar en el cementerio?, cuando alguien deja el país, o decir: “de la iglesia, se pasa al aeropuerto XXX”, al dar indicaciones sobre un funeral. Puede resultar altamente metafórico, semiótico o significativo. Me apasionan ambos sitios y en los dos mi reacción inmediata e inconsciente es evaluar, analizar las actitudes de la gente que está ahí y practicar el juego de inventar historias de vida para la mayoría.
Creo que el hecho de que son lugares donde las personas están más vulnerables que en la cotidianeidad ayuda a que no se pueda evitar abrir el espejo del alma y, por ende, resulte imposible ocultar el reflejo de los sentimientos y las sensaciones en la cara.
Un pase de abordaje o boarding pass contiene la información arcaicamente básica de su referente y se asigna un número de vuelo y de asiento. A veces pienso que cuando abrimos por primera vez los ojos en este planeta nos es dada una libreta con pases de abordaje. Los vamos gastando durante toda la vida y no precisamente a bordo de un jet sino de los vuelos que hacemos para saciar nuestra cuenta de viajero frecuente, que no es más que nuestra historia de vida o experiencia.
Esta página pretende reunir una bitácora de viaje, por este mundo que cada día se achica más, a través de anécdotas, historias, situaciones y hasta pensamientos, sentimientos formalmente disimulados. Lo bueno es que éste no es un viaje de negocios. Me lo tomo como de placer, para que no exista agenda alguna y para poder expresarme de la manera más libre que sea posible.
Inicio como el extraño y urbano ritual de fin de año: tomar unas maletas sin colillas, vacías y correr sin ruta definida; para entonces asegurarse una serie de viajes durante el año que recién comienza.
Este es un boarding pass que todos podemos compartir, algo así como un vuelo charter no privado sino más bien público en la medida en que muestro mi libreta de pases de algunos de los vuelos hasta ahora recorridos y otros en blanco, todavía por llenar.
Empecé a viajar desde muy temprana edad, y no precisamente por lugares físicos, sino por todos los destinos emotivos y emocionales a los que me transportaba la aerolínea de mi existencia. Siempre digo que Dios puso en mi equipaje de piel y hueso un extraño artefacto que me hace cuestionar prácticamente todo de manera constante.
Como toda persona, en mis viajes he hecho amigos y amistades. Los primeros se distinguen de los segundos porque son los que siempre te acompañan a la gran terminal de la muerte, es decir, los que entran al cementerio con uno, ya sea para despedir a los seres queridos o para despedirlos a ellos… o a uno mismo.
Hoy he decidido abrir mi maleta y enseñarles mis boarding passes, para poder entonces contarles un poco de mis viajes.
¡Bienvenidos a bordo y que tengan buen viaje!
PD. En mis viajes me han asignado asientos en todas las clases: Primera, Ejecutiva, Business-First, económica, baño y hasta en la sección de carga, alguna que otra vez que viajé muerto.
Extraño, siempre he sufrido de un lapsus con las palabras cementerio y aeropuerto. Suelo preguntar: ¿Y a qué hora tenés que estar en el cementerio?, cuando alguien deja el país, o decir: “de la iglesia, se pasa al aeropuerto XXX”, al dar indicaciones sobre un funeral. Puede resultar altamente metafórico, semiótico o significativo. Me apasionan ambos sitios y en los dos mi reacción inmediata e inconsciente es evaluar, analizar las actitudes de la gente que está ahí y practicar el juego de inventar historias de vida para la mayoría.
Creo que el hecho de que son lugares donde las personas están más vulnerables que en la cotidianeidad ayuda a que no se pueda evitar abrir el espejo del alma y, por ende, resulte imposible ocultar el reflejo de los sentimientos y las sensaciones en la cara.
Un pase de abordaje o boarding pass contiene la información arcaicamente básica de su referente y se asigna un número de vuelo y de asiento. A veces pienso que cuando abrimos por primera vez los ojos en este planeta nos es dada una libreta con pases de abordaje. Los vamos gastando durante toda la vida y no precisamente a bordo de un jet sino de los vuelos que hacemos para saciar nuestra cuenta de viajero frecuente, que no es más que nuestra historia de vida o experiencia.
Esta página pretende reunir una bitácora de viaje, por este mundo que cada día se achica más, a través de anécdotas, historias, situaciones y hasta pensamientos, sentimientos formalmente disimulados. Lo bueno es que éste no es un viaje de negocios. Me lo tomo como de placer, para que no exista agenda alguna y para poder expresarme de la manera más libre que sea posible.
Inicio como el extraño y urbano ritual de fin de año: tomar unas maletas sin colillas, vacías y correr sin ruta definida; para entonces asegurarse una serie de viajes durante el año que recién comienza.
Este es un boarding pass que todos podemos compartir, algo así como un vuelo charter no privado sino más bien público en la medida en que muestro mi libreta de pases de algunos de los vuelos hasta ahora recorridos y otros en blanco, todavía por llenar.
Empecé a viajar desde muy temprana edad, y no precisamente por lugares físicos, sino por todos los destinos emotivos y emocionales a los que me transportaba la aerolínea de mi existencia. Siempre digo que Dios puso en mi equipaje de piel y hueso un extraño artefacto que me hace cuestionar prácticamente todo de manera constante.
Como toda persona, en mis viajes he hecho amigos y amistades. Los primeros se distinguen de los segundos porque son los que siempre te acompañan a la gran terminal de la muerte, es decir, los que entran al cementerio con uno, ya sea para despedir a los seres queridos o para despedirlos a ellos… o a uno mismo.
Hoy he decidido abrir mi maleta y enseñarles mis boarding passes, para poder entonces contarles un poco de mis viajes.
¡Bienvenidos a bordo y que tengan buen viaje!
PD. En mis viajes me han asignado asientos en todas las clases: Primera, Ejecutiva, Business-First, económica, baño y hasta en la sección de carga, alguna que otra vez que viajé muerto.
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