viernes, 14 de septiembre de 2007

El Aeropuerto


Todo el que se embarca en avión es una pena que vuela
Yolanda Oreamuno


5:29 p.m. La sala de abordaje es un pequeño, complejo país donde los humanos revolotean en diversas formas: susto, ansiedad, alegría, tristeza, preocupación, indiferencia y soledad –la que nunca falta-, solo para citar algunas.

He de tomar un avión que me llevará a concluir un ciclo, que en realidad nunca empezó y extrañamente aún no concluye. Haciendo alarde de una mentalidad un tanto fatalista, puedo robarme el lujo de pensar que este sea mi último viaje. Sería romántico –y bastante Kitsch por cierto- que en el medio del aire la nave explotara y de mi no quedara ni siquiera aquella piedra de jade que por años, deseos, sueños y engaños, ha colgado de mi cuello. También resultaría maravilloso imaginar que yo pase a ser parte, tras la explosión, de esa inmensa y nefasta contaminación del D.F. y sentir mi sucesiva inmersión en ese cielo tan cargado pero tan magno.

Es que, tal vez te parezca un poco raro, pero he llegado a amar y hasta a extrañar esa capa permanente de polución, así como algunos extrañan la siempre aliviante bruma de la montaña o la nostálgica, mítica y hoy día inexistente niebla de Londres.

Sí, sería altamente placentero soñar que ocurriera algo: una bala perdida, un asalto, un secuestro express –tan en boga en la capital azteca- sin rescate o la ya pasada de moda opción del envenenamiento- para poder morir en el lugar que se quiere. Puedo afirmar con plena certeza, que esta es una buena fantasía, pero que al mismo tiempo corresponde con un acto egoísta, para con los demás pasajeros, mi familia, el mundo y la polución misma.

Este país es hermoso, más nunca he logrado hacerlo mío ni sentir el más mínimo arraigo en esta tierra donde vine a nacer. A lo mejor y esto se debe a que jamás me he establecido emocionalmente aquí, pues alma, corazón, cerebro, hormonas y, en fin, todo mi cuerpo ha estado divagando por todos lados, incluido Saturno.

También puede deberse a un rechazo, a una anulación o la falta de sentirme verdaderamente querido en este territorio. ¿Quién sabe? …

A lo mejor y hasta yace en la carencia de un sentimiento fuerte, aunque el mismo me trajo de vuelta un día en que a mi papá se le ocurrió mudarse de mundo de repente. Creo que fue así, o al menos es como quiero verlo: se obstinó de andar por estos lares y entonces decidió marcharse. Así es mejor, todo simple y sencillo convierte en más tolerable al sufrimiento, ese que ahorita se me desborda y me rompe, por su ausencia.

5:37 p.m. ¿Sabes? Pensaba que a mi edad ya las muertes equiparan a los nacimientos, o viceversa, para no atentar con pecar de pesimista. Es maravilloso pensar que en una misma familia los que nacen toman el lugar de los que se van, la vida cae siempre bien parada sobre la muerte. Pero no puedes evitar tener presentes –en el más riguroso uso de esta palabra- a tus muertos personales.

Es extraño –todo es extraño en realidad-, pero conforme se va la gente más ocupa tu mente, más se queda. ¿Masoquismo, obsesión, locura, o mera condición humana? Prefiero no referirme a nada de la manera en que muchos, que dicen llamarse a sí mismos escritores –en estricto saturnino, me parece-, escriben: buscando y rebuscando siempre las palabras más complicadas para ello y justificándose eternamente al calificarlas de uso cotidiano. Cuando uno les pregunta qué putas diablos significan, se quedan mirándote con cara de ¡QUÉ HORROR, NO LO PUEDO CREER!, y con su boca aún abierta te dicen: “Pero… -hacen la pausa y recrean a doña Greta Garbo interpretando a la malograda y sufriente Margarita Gautier- ¿No sabes lo que este término TAN COMÚN significa?” Obvio, si pregunto es porque lo desconozco.

Otros hacen uso y abuso del latín, griego, alemán, esperanto –ese soy yo, pero lo hago como revancha, para mortificarlos- o el famoso, sensual, elegante, precioso y gastado en nuestra literatura contemporánea… francés … tan distinguido como estrategia de guerra de los trepadores sociales, intelectuales, emocionales, políticos y hasta de alguien con pretensiones de subir a tu cama bajo el engaño de ser amante ilustrado –que cuando existen son bastante malos por aburridos-, o sea, trepador sexual o terrorista de carne y pasiones fluidas.

Pero, en fin, no se si te aburro con todas estas divagaciones que hago. ¿Sabes? Ni siquiera te conozco y ya te estoy escribiendo una carta. Tal vez te he visto una, dos o varias veces… por el mundo o hasta en mi propio barrio. Puede que hayamos platicado en una, cientos o millones de ocasiones y no te he podido identificar. A lo mejor – o a lo peor- y hasta hemos dormido juntos, pero nunca vivido juntos, no al menos en esta vida de ahora.

Llaman a la puerta de embarque –suena a como si fuera a tomar un barco- y debo irme, tengo que dejar de escribirte y desconozco si lo volveré a hacer. Voy a abordar el avión y tomar el vuelo hasta mi destino inmediato, no solo geográfico sino también vivencial, circunstancial. Voy a ir a gritarle a México que no me quiso a pesar de que yo lo adoro. Voy por delante, a las bravas, a concluir lo que nunca empezó, pero que sigue gestándose en mi mente. No se, pero este cierre de vida puede significar el no conocerte jamás, pero también a lo mejor lo contrario.

Discúlpame, de verdad, es que estoy acá muy solo. Cargo tantos demonios conmigo que por un momento pensé que sería bonito tener a alguien a quien escribirle una carta, para sentirme acompañado y poder decirle lo que nunca digo, lo que siempre me callo. Es que, ya son muchos años de desolación, esa que consume, que te aparta de todo y de todos y resulta que ahora me le escapé, le robé la esquina y me puse a fantasear para crearte, sin siquiera haberte descrito. Bueno, total te inventé por este ratito.

Solo quise pensar que en este momento tan difícil había alguien conmigo, que se preocupaba y quería saber cómo me siento. Pero debo abordar o pierdo el vuelo y con ello la posibilidad de cerrar este triste ciclo.

5: 55 p.m. Me voy. ¡Cómo quisiera irme! Para siempre, simplemente desaparecer, faltar. Apretar la mano de mis adorados fantasmas y dejar con mirada indiferente a mis demonios, para no volver nunca, para no ser.

Te quise mucho, aunque fuera tan solo por estos minutos robados.

Un abrazo,

YO

Escrito en febrero del 2005, en un aeropuerto. Hallado en el 2006, en una libreta escondida en una maleta llena de fracasos.

4 comentarios:

Sandinus dijo...

Qué refrescante es leer lo que escribís. Excelente que lo abrás con "El Aeropuerto", que me pareció realmente honesto y profundo y humano...

Lunara dijo...

Crònica de vuelo y crònica de quedarse ¿o irse? la tuya. Debo confesar que por mi cabeza y por la tuya pasan los mismos pensamientos aùn cuando se està a punto de quitar los pies del suelo. Me agrada también ver por esta nueva casa tuya a Yolanda...`¡como si ella no siempre te siguiera morada tras morada! Un abrazo.

Doctor Esperanto dijo...

Querido Sandinus:

Escribir siempre equivale a exorcizar, pero cuando logramos con ello convocar, en el más amplio sentido de la palabra, a alguien que nos lee y nos entiende, entonces equivale también a comulgar con aquél que puede meterse en nuestras venas para sentir las palpitaciones de la vida de las palabras.

Muchas gracias por compartir tanto, hasta los significados inclusive.

Doctor Esperanto dijo...

Hermana Luna (ra), como dice la canción, realmente compartimos los mismos pensamientos porque tal vez también en otra vida, pero igualmente en esta nos hemos hermanado.
Mi guía espiritual, mi gitana pitonisa, la que camina al lado de Yolanda y Eunice en mis pensamientos, la compañera de noches interminables de conversaciones, la que halaga los sabores mi cocina y la que endereza mis pasos torcidos o cambia las curvas del camino para que yo crea justificado mi andar torcido.
Hay personas que aparecen en nuestra vida, pero también existen seres con quienes nos reencontramos, porque hemos estado predestinados desde cordones umbilicales distintos a estar unidos.

Como le dijo alguna vez Eva Perón a Juan Domingo: "Gracias por ser, por existir".